Deus Ex Machina
La lluvia caía sobre la ciudad, iluminada incluso siendo más de medianoche.
"No es justo." susurró un joven, haciendo puños con sus manos quemadas a pesar del dolor que le producía, "Mierda, no es justo."
Casi lo tenía. Él, genio de la computación viviendo como rata, casi había tenido a Christian Blair, famoso jefe de la compañía Binary Revolution. Había hackeado su sistema. Había encontrado el agujero legal perfecto para salir legalmente ileso después de hacer varias cosas legalmente no tan buenas.
Pero ese bastardo había inventado una ley al azar, y repentinamente todos los policías estaban de acuerdo con él. El poder del dinero.
Así, Ivan tuvo que pagar una multa con sus miserables ahorros, y se encontraba ahora en un callejón oscuro esperando que los robots matones del empresario no lo encontrasen.
Eso lo enfurecía tanto.
"Si esto fuera un libro, eso habría sido el mayor Deus Ex Machina jamás escrito."
Ivan se vio sonreír suavemente. Tal vez debería haber elegido estudiar literatura después de todo.
Ivan se vio sonreír suavemente. Tal vez debería haber elegido estudiar literatura después de todo.
Fin del Mundo
Cuando la atmósfera usualmente fría del invierno se tornó algo más tibia, dejó escapar un sonoro suspiro.
"Supongo que no cumplirás tu promesa, ¿o sí?" se quedó mirando a las maravillosas ruinas frente a ella "Encontrarnos aquí. Que estupidez mía, pensar que vendrías."
Empezó a divagar, y no podía evitar pensar en él. ¿Qué estaría haciendo? Diablos, ni sabía si había escuchado su mensaje. ¿Estaba ella ahí sin razón alguna? ¿Moriría sola? Sólo unas pocas horas antes de que todo-
Escuchó a alguien respirar agotado detrás de ella, e inmediatamente se volteó a mirar.
Era él.
"Disculpa la demora, no habían muchos buses." él rió. Ella sonrió suavemente, y el silencio se apoderó del ambiente. A ninguno le molestó.
Con sólo algunos minutos antes de su muerte, él se atrevió a hablar.
"Sólo para aclararlo, no siento nada por ti." eran palabras que ella ya sabía, pero insistió en decirlas.
"Sí, lo sé." fue la única respuesta de la chica.
Votre Dieu n'existe pas
(Su Dios no existe)
"¡Doctor Akhens, doctor Akhens! ¡Rápido!" llamó un científico, y el doctor corrió hacia el tubo de ensayo de tamaño suficiente para un humano plantado al centro del laboratorio.
"¿Ahora qué?"
"Está... parpadeando."
El cuarto se silenció, y repentinamente todos observaban a la pequeña niña de cabellos largos que era retenida en un líquido azulino. Sus ojos color chocolate, sin pupilas, se abrieron y cerraron un par de veces, mirando los alrededores.
Sus labios blancos se abrieron levemente, habló.
"Votre Dieu n’existe pas."
Sólo el director de la investigación, el doctor Akhens, hablaba francés, y fue el único que entendió sus palabras.
"Cancelen el proyecto. Desháganse del espécimen. Empezamos de nuevo."
Nadie hizo preguntas, sólo obedecieron.
Más tarde, un científico le habló.
"¿Qué dijo ella, señor?"
"¿Qué importa?"
En una iglesia gaiacatólica cercana, un par de niños se levantaron a mirar al cielo.
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