viernes, 26 de marzo de 2010

Apocalipsis, muerte y duraznos enlatados.


Sus ojos color aguamarina reflejaban el tibio color del sol del amanecer playero, y Jessica no podía hacer nada para dejar de observarlos, tan hermosos, tan captivantes. Roger se acercó lentamente, y posó sus tibios labios sobre los de la chica. El tiempo parecía detenido alrededor de
"Pero qué cursilerías." murmuró Nadia, cerrando el grueso libro con un golpe sordo. Lo dejó caer al suelo, sin preocuparse del daño que podría recibir, y embutió varios pedazos de duraznos enlatados en su boca. Masticó, tragó y pretendía tomar otro bocado cuando su teléfono sonó.
"¿Aló? ¿Nadia?" preguntó una voz del otro lado.
"Sí, ¿qué quieres?"
"Quería disculparme por lo que..."
bip-bip
"Oh vete al diablo, ni tú te lo crees."
"Pero en serio, no debí hacerte..."
Ella no quiso seguir escuchando tonterías y colgó. La llamada fue suficiente para ponerla de mal humor.
Su teléfono sonó una vez más, y casi perdió la paciencia pensando que era el mismo chico insoportable de antes. Contestó y no era él.
"¿Nadia? Al fin contestas, me daba ocupado." una risa alegre "Como buena mejora amigo, quería preguntarte si querías salir... Los demás están acá, así que pensamos en decirte."
"Claro, voy para allá." sonrió. Una buena amiga siempre alegra un mal día.

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