sábado, 2 de febrero de 2013

Sirena


"Eres una sirena" me susurraste al oído después de oírme cantar por primera vez. Esbozaste una de tus sonrisas encantadoras y me tomaste de la cintura. Solté una risita. Jamás había leído a Homero.

Me lo repetías cada vez, mirándome a los ojos. Voz de sirena y ojos de mar.

No entendí lo que me hiciste.

Yo era tu sirena, me decías, y luego de palabras tan bellas, ¿cómo podía reaccionar?

Luego de lo que me hiciste, sentí que me cortabas la aleta, que me colgabas cual trofeo, que ya no era tu sirena. Te enfrenté. Te enfureciste.

Era mi culpa. Las sirenas a las que se había enfrentado el valeroso Ulises eran asesinas. Llamaban a hombres con sus cantos malignos, seduciéndolos para devorarlos. Los hombres, pobres víctimas de la tentación, caían al mar, impotentes ante esa irresistible dulzura.

Yo era una sirena, me dijiste, y lo que me hiciste fue mi culpa, por cantarte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario