Hilos de oro y plata cuelgan de mi mente, se entrelazan con sueños por las noches y cuentan mil vidas nuevas. Se raja la botella de cristal poco a poco, cada segundo más cerca del polvo. Mis sonrisas y deseos, al final, sólo valen bajo este techo, y no puedo dejarlos volar afuera por miedo a perderme sin ellos.
Escucho el crujido del cristal bajo el peso de mi penitencia.
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